Esa ballena llamada sistema me engulló como a tantas otras sardinas y me reconvirtió en recepcionista, que es como si una bufanda decide convertirse en calzoncillo, es el castigo con el que Dios compensa el hecho de haberme regalado una familia.Y ahí, en este inframundo me muevo como Al Capone en chicago atendiendo a trabajadoras del sexo, turistas de Leeds o hermanos casados entre ellos y con hijos.

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